jueves, 27 de octubre de 2011

La niñez del Cantón La Esperanza, ya no sufre las acarreadas de agua


Instructivo Rehabilitación de infraestructura básica por depresión tropical 12E





En la Ciudad de los Gusanos Medidores, como se traduce del náhuatl al castellano la palabra Olocuilta. Allí, en la que hoy conocemos como la metrópoli de las pupusas, se encuentra en las profundidades de los descendientes pipiles, el Cantón La Esperanza, un asentamiento que celebran con regocijo este 17 de agosto, la introducción del vital líquido a sus hogares.

Como fiel testimonio al desarrollo de esta obra que supera los US 161 mil dólares y que fue financiada por el Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local (FISDL), se encuentra Lucía Ordóñez Paredes, una fémina que rasga su garganta con las evocaciones de lo que significó el agua en su vida.

“Teníamos que caminar por más de veinte minutos para llegar al río, la calle era mala y echábamos tres viajes al día con cántaro en la cabeza. Además, cuando había luna bonita, íbamos por el otro”. Rememora esta cincuentona.

Continúa: “Las niñas y los niños éramos los responsables de la acarreada de agua, por la mañana echábamos un viaje y al mediodía que salíamos de clases para almorzar, el otro. Luego, como la escuela era de todo el día, después de la última campanada, salíamos corriendo a traer el cántaro final de agua para la lavada de los platos de la cena”.

“Era toda una odisea y una experiencia no grata, por la caminada y el esfuerzo de hacer las tareas después de todos los viajes”, comenta Lucía, con una modulación quebradiza de su voz por lo difícil que fue su niñez por la falta de agua.

Pero, este problema no sólo era para la niñez, también las mujeres sufrían de este mal, puesto que tenían que ir a esta única afluente todos los sábados a lavar la ropa. “Ese día blanqueaba el río, todas nos íbamos de mañanita a restregar la ropa y la tendíamos en las piedras. Lo difícil, era la subida y la bajada del huacal con la ropa”

Respondiendo a las necesidades del Cantón

El proyecto de introducción de agua potable nace en el 2008, con la perforación de un pozo en la planta de bombeo de que hizo la Asociación de Saneamiento Básico Rural del Cantón La Esperanza (ASABARCLE) en binomio con la municipalidad en el Caserío Agua Zarca.

La inversión de esta primera fase sobrepaso los 153 mil dólares, fondos proporcionados por el Programa Manos a la Obra por nuestra Comunidad (PROCOMUNIDAD), financiado por el Banco Alemán de Desarrollo (KfW) y ejecutado por el FISDL y que fueron administrados por ASABARCLE, que en su momento fungían como parte de la junta directiva: Don Manuel Antonio Merino (Presidente), Don Santos Rufino Alvarenga (Vicepresidente), Doña Leticia Carrillo (Tesorera) y Doña María Pérez(Vocal), entre otras personas de la comunidad.

Sin embargo, los centros de almacenajes creados por las personas para extraer de las venas de la tierra el vital líquido, resultaron dañados por la naturaleza. Es decir, la tormenta denominada IDA (noviembre 2009), arrasó con parte de la infraestructura construida por la comunidad y dejó sin acceso de agua potable a las 13 comunidades que componen el Cantón La Esperanza.

Es así, que nace la recontrucción del nuevo centro de abastecimiento de agua potable el 15 de noviembre de 2010, a través de la gestión que hizo ASABARCLE a su alcalde Dr. Marvin Ulises Rodríguez Álvarez, quien en el marco del Programa Comunidades Solidarias Rurales (CSR) formalizó su financiamiento ante El Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local (FISDL).

La pronta solicitud, dio respuesta a la necesidad del Cantón, construyendo: 288.23 mts. lineales de cerca perimetral de malla ciclón; 77 mts. lineales de canaleta de 60x60 cms. de piedra; la construcción de tanque de succión de 200 m3 y caseta de bombeo de 4.00 x3.00 mts, entre otras obras.

“Ahora, ya tenemos agua otra vez, no queremos que nuestros hijos pasen lo que nosotros sufrimos. El proyecto esta bonito, beneficia a todas las familias; por eso le damos gracias a Dios y a las autoridades que hicieron realidad nuestra necesidad”, culmina, Lucía Ordóñez y madre de tres.

La planta de bombeo de Agua Zarca del Cantón La Esperanza, distribuye agua a las 1,200 familias descendientes de los pipiles, quienes reciben el servicio cada tres días. Además, muchas personas toman el modelo de aprovechamiento del agua que tiene Lucía, “Lavo cuando cae y al terminar, lleno los barriles y la pila, porque de esta manera mis hijos no han heredado las acarreadas de agua, como antes lo hacíamos”.

lunes, 24 de octubre de 2011

La señorita Cuenca y la perseverancia de El Tigre





Imponente y con más de una grieta en sus columnas, por lo añejo en su infraestructura, así luce El Arco Durán, coloso con más de cien años y cuatro décadas de existencia, se encuentra a 100 kilómetros de San Salvador y fue el primero en cedernos el paso para llegar al Centro Escolar cantón El Tigre del municipio de Ahuachapán, donde sus alumnas y alumnos, estrenaría nuevas salas para recibir sus clases y otras obras de utilidad para los docentes.
No está demás decir que para llegar a este Centro, El Arco Durán era la principal ubicación. Sin embargo, había que ahondarnos por una serpiente de polvo y piedra por media hora más, justo 12 kilómetros, de esos que los abuelos dicen… son contados por el diablo.
Por fin llegamos a la cola de aquella víbora de barro y piedra, una inclinación de dos metros y medio de concreto nos recibía. Un portón corroído por el tiempo y elaborado de malla ciclón daba obertura a la trama de Nora Carolina Cuenca y la niñez que con regocijo festejaban este 23 de febrero, la inauguración de obras del Centro Escolar.
Las sonrisas estaban por doquier, niños armados con escobas y carretas se veían, estaban sacándole lustre al barro y pepenando las hojas secas de los árboles, mientras otros jóvenes, los más inquietos por cierto, gritaban y espantaban a las menores más temerosas con un arácnido del tamaño del puño de una mano.
En El Salvador, esta animalita es conocida como araña de caballo. Según cuentan los pobladores de El Tigre, muerden y orinan los cascos –patas– de los caballos, produciéndoles una infección que hace que se les caigan. Es decir, quedan cojos de por vida.
La arácnida salió de su madriguera, debido a que ésta había sido invadida por los estudiantes, no por maldad, sino porque justo en ese lugar se plantaría un Maquilishuat, un árbol que es el símbolo de las relaciones amistosas entre Japón y El Salvador.
No era para menos plantar este árbol, las nuevas inquilinas –dos aulas– habían sido financiadas por el Gobierno de Japón con una inversión de más de 80 mil dólares, una contrapartida de la municipalidad de 4 mil dólares y la asistencia técnica por parte del Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local FISDL.

La señorita Cuenca, mi profe…

Después de algunas carcajadas y uno que otro susto ocasionado por la araña, pregunté a uno de los infantes: ¿quién es su profesora? De inmediato, aquella minúscula vocecilla me respondió: ¡Se llama señorita Norma Cuenca, mi profe…!
Me hizo una indicación con el índice, el dedo que muchas personas utilizan para señalar a otros. De pronto, alzo la voz, ¡esta por allá señor, en el aula! La encontré con unos libros, de esos que tienen figuras sin colorear y una pared tapizada con todos los nombres de las niñas y los niños que atendía.
“Gracias José”, le dijo la señorita Cuenca al menor que me acompañaba. Mientras tanto apoyaba sus manos en un escritorio rústico, de aquellos antiguos elaborados de cedro o laurel y haciéndole un segundo llamado ¡Ahora puede ir a jugar!
José, forma parte de los 23 infantes que estudian Parvularia en el cantón El Tigre. De esta población estudiantil 13 son niñas y el resto niños.
La señorita Cuenca, con más de tres décadas de edad, es de tez trigueña, ojos café y de estatura media (1.50 mts), que de entrada, dan ganas de recibir clases con ella, es amable y tiene una cualidad para dirigir, e induce a las personas a que se sientan cómodas en su sala de clases, es más, hasta hizo que me sentara en uno de aquellos diminuto pupitres- sillas de apenas 25 centímetros.
Acomodados en aquellas butacas minúsculas, descorrimos el telón de la historia del Centro Escolar, que esta erguido desde 1972 y que fue el lugar donde la señorita Cuenca empezó a nadar en las letras.
“Yo nací aquí en El Tigre, estudie en esta escuela, mi maestra era la niña Lety (Leticia), no recuerdo su apellido, pero trabaja en Ahuachapán, aun tengo grabadas sus palabras: supérense para sacar adelante el cantón, de ustedes depende”. Comenta, la señorita Cuenca.
A lo que secunda, “Para mi orgullo, en el aula donde doy clases, es la misma donde me forme en mi infancia, le tengo mucho aprecio a este Centro Escolar, a toda la gente, en especial a las niñas y niños, son mi vida”.
La Profesora Nora Cuenca, hizo de aquel momento un espacio muy íntimo, donde el baúl de los recuerdos afloró y donde la piel se enchina al rememorar lo deplorable que eran las instalaciones de su escuela y el cambió que había tenido con el pasar del tiempo.
“Recuerdo que sólo era cajón partido en tres, allí recibíamos las clases, era hasta sexto grado, después nos tocaba ir hasta Ahuachapán para poder continuar. En mis años mozos, me tocaba saltarme el cerco, mi casa estaba a la par de la escuela”, expone Cuenca.
A lo que hilvana: “Hoy mi escuela se ve bonita, gracias al apoyo de Japón, la Alcaldía Municipal, FISDL y todas las personas que nos involucramos en el proyecto. Ahora, solo falta, que nos apoyen con la reparación del techo de los salones viejos, que ya se aproxima el invierno y se pueden mojar mis niños”.
Pero, para ver bien maquillada la escuela, no fue tarea fácil, desde el año 2001, todo el cuerpo docente, iniciaron las gestiones de la reconstrucción, producto de los daños recibidos por los terremotos. “Lo único que recibimos fue unas cuantas láminas y con estas nos hicieron los salones de clases, que no solventaban la necesidad porque deshidrataban a la población estudiantil”, expone Cuenca.
Continúa, “Hoy la cosa ha cambiado, así debería de trabajar las instituciones, unidas y con apoyo de la cooperación internacional, de esa forma se desarrollan los pueblos y los resultados se ven de inmediato, antes teníamos una 60 u 80 estudiantes, hoy tenemos 159, y esto nos ha permitido ampliar la atención educativa hasta Tercer Ciclo”.
La señorita Cuenca, tiene 15 años de laborar en el Centro Escolar cantón El Tigre, ha visto todas las iniciativas fallidas por mejorar las instalaciones de su escuela y las juntas de padres decepcionadas, al no ser escuchadas, ante el derecho a la educación que tienes sus vástagos.
Ahora, la perseverancia de El Tigre ha dado frutos. El proyecto financiado por Japón, les dotó de mejores y ampliadas instalaciones que contemplan: dos aulas, una media dirección, una cocina, servicios sanitarios (4 servicios y 1 lavamanos) con una fosa séptica y un pozo de absorción, instalación de defensas y vidrios en las ventanas de las aulas existentes.
El rol del FISDL, consistió en monitorear y dar seguimiento a la ejecución de la obra, y tiene un gran compromiso: velar y entregar las herramientas de calidad necesarias para reducir la pobreza en El Salvador.
Detalle de la población estudiantil del Centro Escolar cantón El Tigre
  • Parvularia: 13 niñas y 11 niños.
  • Primer ciclo: 16 niñas y 22 niños.
  • Segundo ciclo: 31 niñas y 28 niños.
  • Tercer ciclo: 15 niñas y 23 niños.

    Total: 75 niñas y 84 niños.